En este domingo celebramos que nuestro Dios no es un Dios solitario,
sino que Dios es comunidad de Personas, es familia, es Dios Trinidad. A
este Dios Trinidad la conocemos por su apuesta por la vida, por su
entrega en Jesús, por su presencia en el Espíritu que todo lo dinamiza y
recrea. Acoger y gozar de Dios Trinidad significa reconocer la realidad
amorosa de Dios que nos habita en su eterno movimiento de salir de sí,
de darse y crear comunión.
Hoy también la Iglesia recuerda agradecidas a tantas personas que hemos sido llamadas a la vida contemplativa. Nuestra oración transforma el mundo, pacifica silenciosamente. Por medio de la alabanza, la adoración, la intercesión, el amor,... servimos al mundo, acogiendo y ofreciendo todo al Padre. Nuestra vida quiere transcurrir en la acogida permanente y amorosa a este Dios Trinidad que habita en nuestra historia humana. Cada monasterio es, ante nuestros ojos, un signo de otros valores, de otro modo de ser y estar que apuntan al Reino.
Ojalá esta fiesta sea un empuje interno para desear vivir nuestras vidas en este misma danza trinitaria de amor y comunión.